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HISTORIAS DE FÚTBOL

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^ Los jugadores alemanes celebran el quinto gol convertido frente a Brasil, logrado por le mediocampista Samy Khedira, a los 29 minutos del primer tiempo, en la semifinal de la Copa del Mundo de 2014, jugada en el estadio Mineirâo de Belo Horizonte, el 8 de julio de 2014.

^ Imagen de espectadores brasileños decepcionados en aquel partido.

^ Lionel Messi celebra el gol con el que Argentina superó, en el último minuto, a Irán, en un partido de primera ronda, jugado en el estadio Mineirâo de Belo Horizonte, el 21 de junio de 2014

^ Jugadores alemanes posan con la copa del mundo, luego de la final donde superaron a Argentina, jugada en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, el 13 de julio de 2014.

^ Afiche oficial del torneo.

Capítulo 20:

La MAYOR VERGÜENZA

(brasil, 2014)

Escrito y narrado por Rafael Barriga

Era el año 2014. La Copa del Mundo debía regresar a jugarse en América del Sur.

Brasil fue electa de forma unánime. El fútbol llegaba al país que más veces había ganado la copa.

Brasil había, ciertamente, recobrado su liderazgo en América Latina. Luego de cruentos años de dictadura, neoliberalismo e inestabilidad, durante el siglo XXI Brasil creó un proceso que trataba de apaciguar la pobreza, disminuir las brutales desigualdades.

El mundo reaccionó. Volvió a tomar en cuenta a Brasil. En 2007 la FIFA le otorgó la sede de la Copa del 2014, y el 2 de octubre de 2009, confirió la sede de los Juegos Olímpicos de 2016 a la ciudad de Río de Janeiro.

El presidente brasileño de entonces, Luiz Inacio da Silva, conocido por todos como “Lula”, decía estas palabras cuando presentó la candidatura carioca para las olimpiadas: (Palabras de Lula).

Llegaba el momento de elevar el autoestima del gigante de Sudamérica. Cuando se acercaba la Copa de 2014, la expectativa era enorme. El gran estadio, el Maracaná, había sido derrocado y vuelto a construir, en una especie de “gentrificación deportiva”. De todas formas, llegaba el momento de Brasil.

En el fútbol, dicen que el equipo local tiene ventaja. De 21 copas del mundo realizadas hasta el momento, seis han sido ganadas por los países locatarios.  Uruguay en 1930, Italia en 1934, Inglaterra en 1966, Alemania en 1974, Argentina en 1978 y Francia en 1998. Algunos países que fueron sede de la Copa, y que eran equipos menores, como Suecia en 1958, Chile en 1962 y Corea del Sur en 2002 llegaron por lo menos a las semifinales.

Brasil y España, han sido los únicos equipos que, habiendo triunfado, nunca ganaron en casa. Brasil se había quedado a las puertas de levantar la copa en 1950, cuando ocurrió el famoso Maracanazo.

Los hechos de 1950, fueron un trauma nacional. Barbosa quemó los arcos, ele equipo cambió de uniforme, y a partir de allí siguió una senda de impresionantes triunfos, que a la luz del Maracanazo, para algunos eran solo consuelo. No importaban los campeonatos de 1958, 1962, 1970, 1994 y 2002. Brasil tenía que ganar en casa.

Los estadios estaban listos, los equipos llegaron, el clima era tropical.

Para cualquier observador imparcial, ver y escuchar las escenas del pueblo brasileño, en los estadios repletos, cantar con verdadera devoción el himno de su país, incluso acapela, antes de cada partido, era una cuestión emocionante y sin parangón. Los brasileños estaban tomando el asunto mundialista con absoluta seriedad y pasión.

Y llegaron los goles.

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Silenciosamente, en cambio, el equipo de Alemania escalaba posiciones en la primera vuelta.

Al contrario de Brasil, que tenía individualidades llenas de carisma, Alemania era un equipo compacto. De eficientes obreros. Hacía perfecto honor a su estirpe de orden, balance y cálculo. Muchos de sus jugadores provenían del Bayern de Münich, así que se conocían bien, por jugar tantos partidos juntos. Su delantero centro, el polaco nacionalizado alemán Miroslav Klose, hombre-gol que, hasta el día de hoy, tiene el récord de conversión en las Copas del Mundo, con el impresionante número de 16 dianas.

En la banca, estaban dirigidos por Joachim Löw, un joven técnico natural de la Selva Negra alemana, que había sido asistente técnico cuando Alemania perdió, en su casa, en la Copa del 2006, frente a Italia en semifinales. “A partir de esa derrota –dijo Low– nos propusimos trabajar sin descanso para poder, un día, borrarla”.  

El día llegó. Era el martes 8 de julio de 2014. El lugar estaba en la ciudad de Belo Horizonte, en el Estadio Mineirâo. La ocasión era la semifinal de la Copa del Mundo, frente al local y favorito, Brasil.

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El estadio estaba repleto. La expectativa brasileña estaba al límite. El partido empezó parejo, pero solo a los 11 minutos, Alemania se puso en ventaja. Lo que vendría inmediatamente después reta nuestra credulidad.

Durante 6 minutos del primer tiempo, desde el minuto 23 hasta el minuto 29, Alemania practicó fútbol de una ferocidad nunca antes visto en la Copa del Mundo. Como decía un comentarista “Esto es fútbol como si fuera un deporte de sangre”.

Uno a uno venían los goles alemanes, con apuro, con aniquilación, como si el mundo se fuera a terminar ese día.

5 a 0, y ni siquiera terminaba el primer tiempo.

La transmisión internacional del partido hacía tomas de los espectadores en las gradas. Había shock. Se podía ver a espectadores brasileños llorando a lágrima viva, niños con alferecía, hombres y mujeres afectados hasta la desesperación.

Joachim Löw, el técnico alemán, hizo un ademán desde la banca: paren la masacre. En el medio tiempo, les dijo a sus jugadores que dejaran de acelerar. Que tengan compasión. “No quería que nadie salga humillado. Es un partido de fútbol “–dijo Low–.

Pero hubo más goles en el segundo tiempo, y el resultado final fue de 7 a 1. Es una de las goleadas más abultadas de la historia de los mundiales.

Fue la primera derrota de Brasil en una semifinal en 76 años; la primera derrota en casa en 39 años. Nadie les había ganado con tanta diferencia desde 1920.

Cuando terminó el partido, los jugadores brasileños, los hinchas en el estadio, y todos los habitantes brasileños no pudieron contener las lágrimas.

Era, la mayor vergüenza.

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En ese mundial colorido y con grandes partidos de fútbol, los estadios estuvieron siempre llenos, y cada equipo que jugó dejó todo en la cancha, incluyendo Ecuador, que no pudo pasar de la primera fase, aunque ganó a Honduras y empató con Francia, en el estadio Maracaná.

Los alemanes se impusieron a Argentina en la final, jugada en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro, el 13 de julio de 2014, frente a 74 738 espectadores, con un solitario gol en los tiempos suplementarios.

Argentina había jugado un gran mundial de la mano de un joven de nombre Lionel Andrés Messi Cuccitinni, natural de Rosario, y emigrado a Barcelona desde los 13 años. Él se ha convertido, durante casi dos décadas, en una estrella inconmensurable del fútbol. Sin embargo, su calidad y estrellato no fueron suficientes para parar a los alemanes que, como casi siempre, recibieron la copa con alegría y humildad.

Los brasileños, que los aplaudieron cortésmente, querrán olvidar ese mundial rápidamente.

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Este programa ha sido dirigido y producido por mi, Rafael Barriga. La música original ha sido escrita y ejecutada por Emilio Barriga. He usado fragmentos de  música escrita, orden de aparición, por Steve Reich, Caetano Veloso, Vincius de Moraes, interpretado por Baden Powell, Arvo Part, Valentin Silvestrov, Egberto Gismonti, y Serguei Prokofiev, interpretado por Gage Behnkendorf.

Mil gracias a Gustavo Pacheco, de la Embajada de Brasil en Quito, a Radio La Red y a Matías Cortese.