^ Sadio Mané, delantero del equipo nacional de Senegal, llega a su aldea, Bambalí. el 20 de febrero de 2019. Lleva en sus manos la Copa Africana de Naciones, ganada por su equipo, por primera vez, unos días antes.
^ Foto publicitaria del rapero holandés Memphis Depay, del álbum "Heavy Stepper", publicado en 2020. Memphis es, además, delantero titular de la selección de Holanda que jugará la Copa del Mundo 2022.
^ El capitán de la selección catarí de fútbol, Hassan Al-Haydos, junto con el defensor Abdelkarim Hassan, llevan en sus manos la Copa de Asiática 2019, luego de ganar la final contra Japón, en el estadio Jeque Zayed de Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, el 1 de febrero de 2019.
^ Moisés Caicedo celebra un gol, jugando para el Brighton & Hove Albion, frente al Manchester United, el 7 de mayo de 2022, en el estadio Falmer de Brighton, Inglaterra.
^ Afiche oficial del torneo.
Escrito y narrado por Rafael Barriga
Este será el último capítulo de esta serie. Hemos llegado, pues, a la Copa del Mundo de 2022.
Hemos explorado, a lo largo de estos 22 episodios, historias coloridas, algunas felices, otras trágicas, que han ocurrido alrededor de ese evento deportivo fundamental, la Copa del Mundo de fútbol.
Al final de este episodio les presentaré una corta opinión personal sobre lo que ha significado para mi explorar la historia del fútbol, las cosas con las que me quedo luego de, como un observador y comentarista no-experto, haber contado estas historias.
Sí, el mundial de Catar llega pronto. No arranca todavía la pelota a rodar, pero ya el mundial está contaminado de una enorme cantidad de vergüenzas. Miles de trabajadores han fallecido –la cifra supera los 4 mil– mientras construían los estados y las infraestructuras. Millones han sido explotados, viviendo en campos de concentración, siendo maltratados por los organizadores del mundial. El estado de Catar tiene una forma de gobierno totalitaria, donde la homosexualidad es criminalizada. Es un país que viola los derechos humanos. Es un país que vive en eterno conflicto con sus vecinos. Es un país que lo único que tiene es dinero. Y eso es muy poco para ser sede de una Copa del Mundo.
Todo mal con Catar.
Hoy, voy a proponerles una historia diferente. O más bien, 4 historias diferentes. Quisiera contar pequeños relatos sobre 4 jugadores que participaran en el mundial. Escogí cuatro jugadores símbolos de los equipos que constituyen el grupo A de la Copa, grupo donde participará Ecuador. Sadio Mané de Senegal, Memphis Depay de Holanda, Hassan Al-Haydos de Catar, y Moisés Isaac Caicedo Corozo de Ecuador.
Empezamos.
PARTE 1: SADIO MANÉ: UN HOSPITAL PARA SU PUEBLO
Sadio Mané es un hombre bueno. Cuando llega al estadio, antes de cada partido, se da tiempo para saludar con todos, hasta con el conserje. Después de cada partido, regala su camiseta a algún niño que está en las tribunas. Después de cada entrenamiento atiende con amabilidad a los periodistas.
Pero una cosa es tener buenas maneras, y otra, es ser un hombre bueno.
Sadio Mané es la estrella más importante del fútbol senegalés. Acaso, la más importante de su historia. Con él, Senegal ha ganado la Copa de África, y ha clasificado a la Copa del Mundo de Catar. Mané, ha jugado varias temporadas para el Liverpool, en la Premier League inglesa, ganándola en 2020, y en la Champions League, levantando el trofeo en 2019. Fue el goleador de su equipo en varias temporadas.
En junio de este año, Mané pasó al Bayern de Múnich, por un monto de casi 40 millones de dólares. Es, pues, un delantero superdotado. Cuando pisa el área, los defensas empiezan a rezar. Como muchas de las grandes figuras del mundo, ha ganado enormes cantidades de dinero. Sin embargo, para él, el dinero que gana debe servir a su comunidad. “Para qué quiero 10 ferraris –dijo Sadio Mané– yo pasé hambre, viví toda mi infancia descalzo. Hoy puedo ayudar a la gente. Prefiero construir escuelas y trabajar en mi aldea”.
Nació en el pueblo de Bambalí, en Senegal. En su país, casi 6 de cada 10 personas vive debajo del umbral de la pobreza. Desde que se acuerda, Sadio quiso jugar al fútbol, pero su padre se lo prohibió. Cuando tenía siete años, su padre falleció. “No había hospital en Bambalí –recordaba Sadio muchos años después- así que tuvimos que llevarlo a un hospital lejano. Cuando llegamos ya había muerto. Fue demasiado tarde”.
La infancia se puso más difícil. A los 15 años tuvo que salir a la ciudad para ver cómo podía sostener a su madre. Allí, sin embargo, tuvo la oportunidad de jugar seriamente al fútbol. Entró a la academia Generation Foot, y su talento era tan descomunal que casi de inmediato debutó en la liga francesa.
Su ascenso fue meteórico. Del fútbol francés al fútbol suizo, y luego al Liverpool. Allí, ha hecho leyenda. Se ganó el corazón de los hinchas, con sus goles y sus asistencias. Se ganó el corazón de sus compañeros, por su sencillez y generosidad. Se ganó el corazón de todos los futboleros del mundo por su forma simple y efectiva de jugar.
Dos décadas después del fallecimiento de su padre, Sadio Mané ha regresado a Bambalí.
Sí, Sadio Mané ha regresado, y ha construido un hospital, para que no tengan que llevar a los papás y mamás de los chicos de su pueblo a hospitales lejanos, para que no sea demasiado tarde.
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PARTE 2: MEMPHIS DEPAY LO QUIERE TODO
(Música interpretada por Memphis Depay)
La música que usted está escuchando ha sido escrita e interpretado por Memphis Depay, el delantero del Barcelona y la selección de Holanda.
Memphis vende, con sus temas de rap, millones de discos. “Un rapero de cinco estrellas” calificó la revista experta Spin.
Estrella de la música y estrella del fútbol. Este joven de 28 años lo tiene todo, lo quiere todo.
Pero Memphis salió de abajo. Hijo de padre africano, nacido en Ghana, y de madre holandesa, Memphis tuvo una infancia dura. Su padre abandonó el hogar, y en el pequeño pueblo en que vivía no había oportunidades para su madre. El abandono de su padre le afectó. Le iba mal en la escuela, y prefería estar con los chicos del barrio. Ahí empezó a jugar fútbol y a rapear.
La encrucijada llegó a los 14 años. Su entrenador le ordenó escoger entre el fútbol y la música.
Memphis optó, felizmente para los futboleros, por el juego maravilloso.
Arrancó con bríos, siendo un adolescente en el PSV Eindhoven de su país, y luego de varias temporadas exitosas fue exportado al Manchester United, pero en la temporada de 2017 la cosa se puso fea.
Estuvo en la banca en todos los partidos y solo en 4 entró, jugando solo 20 minutos en total en todo el año. “Pensé en retirarme del fútbol y seguir con la música. Ambas son mis pasiones, y si un día dejé la música para seguir con el fútbol, pensaba que quizás ahora se podía revertir la situación”.
Pero más temprano que tarde fue transferido a Francia, donde jugó con el Lyon, marcando 76 goles en ese equipo, y siendo el capitán y una pieza clave allí. Su transferencia al Barcelona de España ha confirmado su estatus de estrella internacional.
En el equipo de Holanda, ha marcado 42 goles, 15 de ellos trascendentales para victorias del equipo naranja. Su primer gol, fue en la Copa del Mundo de 2014, en Brasil, dando el triunfo a Holanda frente a Australia.
Memphis Depay viaja cada tanto a la tierra de su padre africano, Ghana. “Mi padre nos abandonó, pero yo estoy en una posición para nunca abandonar la tierra de mis ancestros”. Él dona mucho dinero a la escuela de ciegos y sordos. Pero lo más importante, para él, es contarles a los niños lo que él quiere hacer.
Y Memphis lo quiere todo: quiere construir hospitales. Quiere posar en un yate privado con una chaqueta de 20 mil dólares. Quiere ganar discos de oro con su música. Quiere producir películas. Quiere, sobre todo, levantar la copa del mundo en diciembre de este mismo año.
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PARTE 3: HASSAN AL-HAYDOS VIENE DEL DESIERTO
El capitán de la selección catarí de fútbol, Hassan Al-Haydos, nació en una tienda de campaña en la mitad del desierto.
Sus padres viajaban entre distintos pueblos del desierto de Catar, Omán y Arabia, comerciando y tratando de tener una vida sin problemas. Cuando se dirigían a Doha, la capital de Catar, con la madre muy embarazada, Hassan se adelantó.
Solo tuvieron tiempo para montar una tienda de campaña, y allí mismo, en medio del desierto de Al Kharsaah, Hassan nació sin complicaciones a las 37 semanas de embarazo.
Su padre, asustado, quiso dejar de viajar. Se afincó en Doha. Allí enviaron al adolescente Hassan a la Academia Aspire, donde el muchacho entrenaba el fútbol, con una metodología especializada, e ir al colegio secundario.
“Mis padres no me dejaban jugar al fútbol. Querían que vaya al colegio. Pero cuando descubrimos la Academia Aspire, las dos cosas se conjugaron”. Hassan, y otros muchos jugadores profesionales de Catar, salieron de allí. La academia se ha convertido en una de las líderes del mundo en la formación de jugadores juveniles en el mundo
En 2019, Hassan Al-Haydos, convertido en el capitán de la selección de fútbol de Catar, levantó un trofeo histórico: la Copa Asiática. Venciendo a todas las dificultades, y en contra de todos los pronósticos, el modesto equipo catarí venció el torneo continental. Derrotó a Japón por 3 a 1 en la final, y aconteció lo que Hassan nunca soñó: ganar un torneo grande.
Desde allí, y teniendo a su país como sede de la Copa del Mundo, Hassan siente que Catar tiene una oportunidad. “Nunca un país anfitrión ha perdido en la jornada inaugural” dice a los periodistas.
El equipo de Ecuador, con quien jugarán en ese partido, lleno de jóvenes figuras del fútbol, será un hueso duro de roer. “Nosotros somos gente del desierto, acostumbrados a los extremos y a las dificultades. Sin duda opondremos resistencia”.
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PARTE 4: MOISÉS CAICEDO: UN MAÑANA
Esto es Santo Domingo de los Tzachilas, el crisol de la nacionalidad.
Acá llegaron gentes de todas partes del país para comerciar productos. De ser un pequeño pueblito hace 40 años, hoy es una de las ciudades más grandes del país.
El ruido, el tráfico, el comercio. En estas calles nació Moisés Isaac Caicedo Corozo. Su padre, que llegó de la cercana ciudad de Esmeraldas, se ganaba la vida transportando mercadería y personas en un triciclo, de esos que hay miles en Santo Domingo. Su madre lavaba ropa ajena para completar la comida. Como tantos ecuatorianos, Moisés viene de hogar humilde. Es el último de diez hermanos.
En este año de 2022, Moisés se ha convertido en la máxima figura del fútbol ecuatoriano. Tiene solo 20 años, y, en el fútbol internacional, todos hablan de él.
Cuenta Moisés que, en su barrio, su mejor amigo sacaba la televisión para poder ver los partidos del equipo ecuatoriano. Moisés, que jugaba fulbito en el Colorados Sporting Club, empezaba a soñar. Cuando tenía solo 13 años, su destino cambió para siempre. Se fue para Quito, a entrenar en el Independiente del Valle.
En el complejo de Chillo Jijón, cerca de Quito, el club Independiente del Valle ha creado un centro de alto rendimiento muy completo. Ese fue el ambiente en el que se desarrolló Moisés.
Los éxitos llegaron pronto. Fue campeón de la Copa Libertadores sub 20, siendo la figura de su equipo. Ese mismo año ya jugó con el equipo profesional, marcando goles fundamentales para el Independiente del Valle.
Su destino era Europa. Fue transferido al Brighton & Hove Albion, un equipo de Sussex del Este donde se ha convertido en titular indiscutible, y una de las estrellas no solo de su club, sino de toda la Premier League inglesa en este año 2022.
Con la selección del Ecuador, Moisés Caicedo ha marcado la diferencia. Es un mediocampista fuerte, con un gran sentido de la ubicación. Un obrero dentro de la cancha.
Es parte de esa generación de jóvenes jugadores ecuatorianos que estará en la Copa del Mundo de 2022, pero que, también, le permite soñar a los ecuatorianos que existe un presente, y sobre todo, un mañana.
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EPÍLOGO DE LA SERIE
Esta serie, “Historias de fútbol” llega a su final, con este capítulo. He recorrido la vida de los campeonatos mundiales de fútbol desde su génesis, en 1930, hasta este nuevo mundial de 2022 que comienza en pocos días.
Para mí, un observador no profesional del juego y de las cosas que forman este espectáculo maravilloso, investigar, escribir y contar las cosas que he contado ha sido una experiencia única. A pesar de mi afición por el fútbol –que viene desde la infancia– y a pesar de haberme involucrado, a lo largo de mi vida, en muchas cosas diferentes, nunca había trabajado con el material de fútbol.
Después de 22 semanas de producción –y muchas más de investigación y preproducción y quizás, varias décadas de pensar y sentir el fútbol– me llevo una certeza: el fútbol es, ni más ni menos, como la vida. Y eso, para un juego devenido en deporte, devenido en pasión de multitudes, devenido en industria global de intereses económicos, sociales y políticos inconmensurables, es mucho decir.
El fútbol ha requerido de una ética, una poética y una estética para poder ser lo que es. Y esos elementos han resultado tan fuertes, tan arraigados en varias culturas del mundo, tan importantes para sus sociedades, que han pasado dos cosas: primero, esas culturas han determinado esa ética, esa poética y esa estética de una forma única dentro de sí mismas. Así, por ejemplo, hay una forma italiana o brasileña o alemana o argentina de entender y jugar el fútbol –solo por nombrar las cuatro más importantes potencias del fútbol. Hay un determinismo local, propio, inexportable en el fútbol de esas culturas. Tanto, que el fútbol es parte sustancial de las formas de vivir en esos lugares. Imposible entender esas naciones sin el elemento tácitamente participativo del fútbol. Y pasa en muchos otros países también, incluyendo en el Ecuador, donde, paradójicamente, el desarrollo del fútbol, los éxitos de su equipo nacional y de sus clubes, ha sido inversamente proporcional al desarrollo social o político del país. Estos éxitos –alcanzados en su totalidad en los últimos veinte años– han marcado significativamente –de maneras quizás no tan estudiadas todavía–el carácter nacional. Los ecuatorianos sienten orgullo, alegría, optimismo, autoestima, incluso identidad de nación, cuando piensan o hablan del fútbol nacional. No ocurre lo mismo –más bien dicho, ocurre lo opuesto– con sus pensamientos y expectativas de casi todas las demás cosas que componen sus vidas.
La otra cosa que ha pasado, a nivel global, con la fortaleza de los elementos antes mencionados –ética, poética y estética– es que, cuando falta uno de esos elementos, la rueda ha seguido rodando. Lo hemos visto últimamente: cuando hace siete años se descubrieron los enormes actos de corrupción en el fútbol mundial, cuando se vio –ahora si con evidencias– que los que dirigían el fútbol eran parte de una mafia criminal, el juego del fútbol no murió. Ni siquiera se redujo en adeptos. Ningún jugador renunció. Los muchachos siguieron jugando en las esquinas de cualquier barrio. Cayeron los dirigentes, cayo la FIFA, pero el fútbol se siguió practicando. Queda claro: el fútbol no es la FIFA. O más bien: el fútbol sigue existiendo a pesar de la FIFA.
He puesto particular atención al ámbito político que ha envuelto al fútbol, y como el juego ha sido utilizado por el poder político para refrendar sus abusos. Ha sido una constante, y –dado el crecimiento en la popularidad del fútbol en todo el mundo– esa relación no terminará jamás.
Hay mil cosas que no me gustan del fútbol. Desde la brutal corrupción encontrada a lo largo del tiempo y que ha rodeado y se ha apoderado del fútbol, hasta los gritos destemplados, las opiniones prepotentes y los lugares comunes de esos “genios del fútbol” entre comillas que son la gran mayoría de periodistas deportivos, por lo menos del Ecuador. Y muchas cosas en la mitad: el hipercomercialismo (¿alguien soporta las camisetas de los clubes llenas, hasta el último centímetro cuadrado de publicidad?), el hiperprofesionalismo de muchísimos jugadores –en un juego que demanda una cierta dosis de amateurismo–, el VAR –que hace que se pierda una dosis de candor, una aceptación del error humano–, entre tantas otras cosas. Pero todas estas cosas –la falta de integridad, el materialismo deshumanizado, la deformación de la belleza, ocurren no solo en el fútbol, sino en la vida en general. El fútbol no tendría por qué ser diferente al devenir humano.
Pero son más las cosas que me gustan.
Al final de todo, con lo que realmente me quedo, luego de un año entero de darle forma a esta serie sonora sobre el fútbol, es que para muchos, incluyéndome, mirar un partido de fútbol es, como dice Simon Critchley, adentrarse a un universo animista, donde todo tiene vida, donde todos los elementos están dotados de algún tipo de alma: los jugadores, sus camisetas, el campo de juego, las bufandas, banderas y pancartas que ondean al viento, las inmensas pantallas de televisión dentro del estadio… todo. Y, una vez más, esa alma no es ninguna entidad que resida dentro de la cabeza o debajo del corazón. Se encuentra animizada sobre la superficie de todo lo que vemos. Da la sensación que todo está vivo. Hasta el balón parece estarlo, parece haberes llenado de alma y poseer inteligencia y conciencia.
Sí, esta ha sido mi declaración de amor al fútbol.
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En este capítulo de “Historias de fútbol”, he utilizado fragmentos musicales de Miguel Zenón, Youssou N’Dour, Memphis Depay, Peter Gabriel, Medardo Luzuriaga, Cali Flow Latino y Branford Marsalis con Terence Blanchard.
Mi agradecimiento a Emilio Barriga, que ha escrito el tema original de la serie y ha grabado mi narración en todos los capítulos. Analía Beler, la voz comercial de esta serie. A mis amigas y amigos que han sugerido temas y que han opinado sobre los contenidos. Son bastantes. Ellos saben quiénes son. A Radio La Red, que ha cedido para esta serie los inolvidables gritos de gol –estos sí fantásticos– de Pancho Moreno. A todos los invitados de la serie, ellos sí verdaderos conocedores: Carlos Ríos, Gustavo Abad, Esteban Michelena, Víctor Guamán, Hernán Reyes, Fernando Carrión Mena, Alfonso Laso Ayala, Jacinto Bonilla Prado, Leslie Dickens, Carolina Sanín, Hernán Casciari, Sebastián Burneo, Andrés Larriva, Sandra Vela, Patricio Granja, Mercedes Añamise, Pedro Asbeg y Karina Barriga. También conversé, en el capítulo 11 de esta serie, con Francisco Rhon Dávila, cientista social de los mejores del Ecuador, que falleció hace pocos días en Quito. Mi nota de pesar a sus familiares, en especial a mi buen amigo Juan Rhon.
Mi final agradecimiento al fan número uno de “Historias de fútbol”, mi amigo Franklin Tello Núñez. Sin su aporte y apoyo, esta serie no hubiera podido existir.
Gracias a todos ustedes, por escuchar.